jueves, 15 de mayo, 2025

Fallece José ‘Pepe’ Mujica a los 89 años, el ‘revolucionario tranquilo’ de Uruguay

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Montevideo.– José Alberto Mujica Cordano, expresidente de Uruguay y figura emblemática de la izquierda latinoamericana, falleció este martes a los 89 años, víctima de un cáncer que lo aquejaba desde hace meses. La noticia fue confirmada por el actual mandatario uruguayo, Yamandú Orsi, a través de redes sociales.

“Hasta acá llegué”, había dicho Mujica a inicios de enero, anticipando su retiro definitivo. El cáncer primero lo afectó en el esófago y luego en el hígado. A pesar de someterse a intensas sesiones de radioterapia, las secuelas le impedían alimentarse y lo dejaron debilitado. “Me dieron 31 bombazos [de rayos]. Lo hicieron mierda [al cáncer], pero me dejaron un agujero así”, relató en una de sus últimas entrevistas, con su habitual mezcla de crudeza y humor.

Su última aparición pública fue hace tres meses, durante el cierre de campaña de Orsi, su candidato a la presidencia, quien resultó electo en segunda vuelta el pasado 24 de noviembre.

Del pozo a la presidencia: una vida de lucha

Nacido en 1935 en el humilde barrio Paso de la Arena, en la periferia rural de Montevideo, Mujica tuvo desde joven una sensibilidad social forjada en la pobreza. A los 14 años ya participaba en protestas obreras. En los años 60 se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana que buscaba un cambio radical en Uruguay.

Fue detenido varias veces y protagonizó dos fugas, una de ellas legendaria en 1971, cuando 106 presos escaparon por un túnel cavado bajo la prisión de Punta Carretas. En 1972 fue recapturado y se convirtió en uno de los “nueve rehenes” del régimen militar, amenazados de ejecución si el movimiento insurgente retomaba las armas.

Pasó más de una década en condiciones infrahumanas. En confinamiento extremo, sin libros ni contacto humano, domesticó ranas y alimentó ratones para mantener la cordura. “Me puse a recordar cosas que había leído, a hablar conmigo mismo para no volverme loco”, contaba.

Sufrió graves secuelas de salud —perdió un riñón y enfermó de la vejiga—, pero sobrevivió. Fue liberado en 1985, con el retorno de la democracia, sin buscar venganza. “No usé el poder para condenar a los milicos”, solía decir. “Hay heridas que no tienen cura, pero hay que seguir viviendo”.

La política desde la sobriedad

En democracia, Mujica inició su carrera política en el Frente Amplio. Fue electo diputado en 1994, senador en 1999 y ministro de Ganadería en 2005. En 2010 asumió la presidencia con casi el 55% de los votos.

Desde la chacra donde vivía con su esposa, la también dirigente Lucía Topolansky, mantuvo una vida austera que le valió el apodo de “el presidente más pobre del mundo”. “Pobres son los que precisan mucho”, respondía. Nunca abandonó su viejo Volkswagen escarabajo, ni su tractor, ni su casa de campo donde cultivaba hortalizas.

Como presidente impulsó reformas progresistas que colocaron a Uruguay en el centro de la atención internacional: legalización del aborto, matrimonio igualitario y regulación de la marihuana. Fue un férreo defensor de la soberanía alimentaria y del campo como motor económico, llegando a proponer importar campesinos de países vecinos.

Un filósofo rural con eco mundial

Mujica trascendió como un símbolo global de humildad y coherencia. Líderes mundiales lo visitaron en su chacra, desde reyes hasta presidentes como Barack Obama y Lula da Silva, con quien mantuvo una profunda amistad.

“Triunfar en la vida no es comprar cosas nuevas”, repetía. “Vivimos en sociedades auto explotadas”. Alertaba sobre el consumismo, defendía la libertad como derecho a “boludear” y valoraba el tiempo por encima del dinero. “La cultura es hija del boludeo”, decía.

En 2018 se retiró de la política activa con una carta a su esposa, entonces presidenta del Senado, alegando “motivos personales y cansancio del largo viaje”. Siguió opinando, con tono crítico pero esperanzado: “Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero le di sentido a mi vida”.

Una historia de amor y militancia

Su compañera inseparable fue Lucía Topolansky, a quien conoció durante una operación clandestina cuando él tenía 37 años y ella 27. Tras años de prisión y cartas esporádicas, se reencontraron en 1985. Fue ella quien, en 2010, le colocó la banda presidencial como la senadora más votada del país.

“La vida tiene etapas. El amor cuando sos joven es una hoguera. De viejo, es una dulce costumbre. Si estoy vivo, es porque está ella”, confesó Mujica poco antes de morir.

El adiós bajo la secuoya

Mujica no quiso monumentos ni homenajes. Pidió no recibir más entrevistas. “Ya terminó mi ciclo. Me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo al semanario Búsqueda. Su último deseo fue morir en su chacra, descansando bajo la gran secuoya donde en 2018 enterró a su perra Manuela.

“Y ya está”, dijo. Así se despidió José Mujica, el revolucionario tranquilo que convirtió la ética y la sobriedad en banderas de vida.